lunes, 23 de agosto de 2010

Cada vez más viejo

No había vuelto por aquí. No había tenido la necesidad. Han sido varios días donde has estado presente en cada detalle bonito y dulce del mundo, noches larguísimas de somnolencia indecisa, al compás de nuestra música tierna y triste. La celebración de la familia en el jardín de mi sobrinita, una muchacha hermosa y rara que quiere aprender piano, el anillo de bodas inútil en mi anular.

Te has vuelto más densa, en el espectáculo maravilloso de los niñitos preescolares tarareando canciones y poemas a media lengua... un recordatorio de nuestro proyecto inacabado, ese de traer a este mundo maravilloso y difícil una vida, y llenarla de magia y de fortaleza, orientarla a ser buena. Ahora soy un tío, coqueteando con la soltería, ajeno a las insinuaciones y reproches de la familia.

La música sigue aquí, a despecho mío, saliendo de mis dedos y de mi corazón. Un pequeño recital, un piano y una muchacha que descubrió mi arte moribundo. Un par de misivas cordiales, unos ojos claros que me miran con una interrogación simpática. Un montón de insinuaciones desoladas (claro, ella no lo sabe, acerca de nuestra historia, de tu ausencia... la mayoría de las personas lo ignoran, claro, para qué andar con mi luto a cuestas ante la gente ignorante, que me resulta inútil) y su corazón saltando en la expectativa, en la sorpresa de mis historias (nuestras historias), de mis canciones (nuestras canciones), de mi sensibilidad (nuestra sensibilidad) Algún día lo sabrá, y seguramente responderá con las mismas muestras de dolor empático y optimismo desvalido, o tal vez se ría, como lo han hecho tanto, de un imbécil que prefirió cumplir su juramento de amor sublime.

Volví al anillo. Ya no me lo quito. La excusa es sencilla: "lo uso para ahuyentar inoportunas"... cuando en realidad no hay manera de ahuyentarlas. Pero lo necesito, la sensación de presión suave, como un arnés que me sostiene.

Hoy decidí escribirte algo, para mantener vivo este espacio anónimo, para jugar con unos espectadores conmovidos.

Hoy sigo amándote. Hoy seguís doliéndome. Es lo único que puedo ofrecerte, ahora que no podés recibir nada.

domingo, 15 de agosto de 2010

La respiración de la noche

Luego de varias horas de silencio, la respiración de la noche se hace evidente.
Es un ritmo constante, a veces sincopado, como un arreglo en blues de algún passacaglia barroco.
Hay algo denso, en este soplar, algo de cansado, algo de derrotado. Como si, luego de mucho aguantar, la misma oscuridad cediera ante la opresión de su condición macabra.
A veces parece que tararea una canción, con el sentido extraviado del ritmo de un viejo muy agotado; con algo de nostalgia, con algo de urgencia. No avanza más que un par de compases (recuerden, es un viejo, el espíritu de la noche) para caer de nuevo en la monotonía de un solo tono. Y vuelve a empezar.
O tal vez sea el latido de mi sangre en los oídos, aturdidos por la ausencia de sonido, obligados a buscar sentido en cualquier cosa en la madrugada infinita.
De cualquier manera, algo respira (o palpita) con un firme sentido de la desolación.

lunes, 9 de agosto de 2010

El demonio en vela

En la madrugada, mientras esperaba la aparición imposible (de ese eco del pasado que insiste en llamarme con sus acentos, perdido para siempre en mi nostalgia) en el horizonte de mi balcón, me percaté de una figura que se mantenía erguida al lado de una ventana.

Le observé durante varias horas, acostumbrado ya a la vela del que es viejo. Contemplé los detalles de su cuerpo de pájaro desplumado, su pico ajado por antiguos combates, el patrón rítimico con que asentía a los secretos que presenciaba. Ocasionalmente, como una garza contrahecha, cambiaba de apoyo, escondiendo la otra pierna en su regazo.

Descubrí entonces qué hacía el demonio: era el público indeseable del sueño de alguna persona buena. A partir de las contracciones de sus músculos y de los gemidos que alcanzaban a atravesar el parque en tinieblas, pude seguir las manipulaciones que hacía a un sueño en principio dichoso. La escena de reencuentro y niñerías de novia había dado paso a abandono y ahogos de viudo.

Cansado de tanto sadismo (que se me hizo como un consuelo miserable de alguien profundamente triste) decidí marcharme... igual, ya mi eco se había desvanecido en el silencio. Con un espasmo exagerado hice saber al Demonio de mi intrusión, y con una sonrisa tenue le envié una invitación.

Ahora le espero, tendido en mi cama, siempre demasiado grande. Me gustaría saber qué hace, cómo se las arregla para pervertir un argumento de antemano desolado.

jueves, 5 de agosto de 2010

Sus ojos se cerraron

http://www.youtube.com/watch?v=_RlCr4JqZpo

Esta película nos gustaba, ¿recuerdas? La dulce historia de amor sublime transformada en la tragedia de tristeza sagrada... o algo así, ya no recuerdo bien, sinceramente. Es como tu rostro: una sombra cada día más difusa, más imprecisa.

Siento algo de culpa con esta canción, ahora que reuní el valor de contemplar de nuevo el rostro demacrado de Gardel, como si, de alguna manera, al haber extasiado mi alma con la desolación de la canción, hubiera retado al Destino a sembrarla en mi vida.

Lo sé, lo sé, el duelo complicado, el sentimiento de culpa y todas esas cosas. No sirven los psicologismos. Es algo más grande que esas categorías, que nunca lo abarcan todo.

Es amor.

martes, 3 de agosto de 2010

Indiferencia

Guerras, conspiraciones, hambre, calumnias, expectativa, publicidad.

El mundo de los humanos es una mezcla absurda, rampante y fascinante de caos incontenible. Una amalgama bruta y densa de pequeños conflictos trascendentales.

Afganistán esto, la guerrilla aquello, el PIB lo otro, el feminismo lo demás.

Y mientras todo sucede, es registrado y llega a mis ojos, no puedo evitar contraer la boca al notar que, pese a mi esfuerzo por enterarme del curso del mundo, de la actualidad y los antecedentes, de las previsiones de todo lo Importante, no consigo estar al tanto.

Sencillamente, no me importa.

Hay algo que sí me importa. Una pequeña tragedia anónima, de una niña violinista con un bulto de su misma carne, creciendo hasta arrebatarle el aliento en su propio vientre. De una jovencita hermosa, talentosa y rara, condenada a ser el recuerdo de muy pocos, la tristeza de un par de parroquianos, la obsesión de uno solo.

Me importa Ella. La única, la amada, la perdida. Me importa que un nuevo día llega con el doble-cero en el reloj; me importa la certeza de saber que en un par de horas seguiré despierto, mascullando su nombre y la imposibilidad definitiva de recuperarla.

Tremenda, la portada de Time. Impactante, la revelación de WikiLeaks. Absurda, la propuesta de las FARC de diálogo sin renunciar a sus prácticas bestiales.

Bah... tremendo el detalle del anillo inútil de bodas que me pongo cada noche. Impactante la narración de esa canción, "La casa nueva" (una situación de dulzura melosa que nunca vendrá... demonios).

Absurda, la inevitable necesidad de seguir trabajando, de levantarme mañana y sonreír, y de hablar con mi familia como si nada pasara, de atender a mis colegas y clientes como si sirviera de algo.

¿Indiferente? No. Todo lo contrario. Pasa lo que con el TDAH: no es que falte atención, es que sobra, y se centra en estímulos que para la mayoría (un docente que espera miren el tablero, un jefe que espera sigan su cronograma) son irrelevantes.

Ya me lo han dicho: estoy consagrado a algo inútil, irrelevante, muerto.

Tal vez algún día te deje, amor, y me entere de lo que sucede-de-importante-en-el-mundo. Ja, y tal vez abra un blog sobre actualidad mundial.

¿Me salió bien el chiste al final?

La casa nueva, esta versión,
http://www.youtube.com/watch?v=Rviz8_pm2_I
la que resuena por quinta vez en mi apartamento, mientras afuera, unos borrachos se dedican mutuamente "cumpleaños feliz" anacrónicos.

lunes, 2 de agosto de 2010

¿Por qué no nos quedamos aquí, toda la vida?

¿Por qué no nos quedamos aquí, toda la vida?...

Pregunta bonita, gesto romántico que trasciende más allá de la cordialidad.

Como aquella vez, sigo diciéndote lo mismo: claro, mi amor. Yo sí me quedaré. Toda la vida.

Buenos días

Lunes. De madrugada.

Los pájaros insomnes anuncian la derrota de la noche, quien cede su manto de tinieblas (¡hay, cada vez más confortable!) a la mano iridiscente de la claridad.

La ciudad despierta, con su ruido de motores y cubiertos hambrientos.

El frío se incrementa, en un último esfuerzo antes de entregarse al sol (amante fácil).

Buenos días. Feliz semana. Mucha suerte con los asuntos pendientes. No olvidés cambiar de rutina en el gimnasio. Hoy sí salgo de ese compás en la nueva canción. ¿Querés café o chocolate? ¿O El Día que me Quieras en el piano?

Demonios, el segundero comenzó apurado su semana. ¿Ya va media hora retozando en la cama?

¿Por qué no nos quedamos aquí, toda la vida?

...

El frío no se va. Y la gente habla de calentamiento global... ¿qué tal si les comparto mi antídoto?

Buenos días, maldito mundo. Feliz semana, maldito tiempo.

Hoy me quedaré un ratito más. A veces la almohada, o mi infaltable panda de peluche, ceden a mi insistencia, y logro sacarles un gesto ido hace mucho, un acento que aún me arranca un suspiro complacido.

¿Los ángeles en el cielo se dan los buenos días?

Fíjate: los condenados en el infierno sí lo hacen.